martes, 28 de diciembre de 2010

Mi texto de colaboración para Proyecto RED, la revista virtual de RED Galería: MODERNISMO, ARQUITECTURAS Y SAQUEO


Societá Unione Operai Italiani. Virginio Colombo, 1913. Fachada

Societá Unione Operai Italiani. Virginio Colombo, 1913. Detalle herrería


El “Arte Nuevo” aquí y allá

En la década de 1890 surge en Europa el movimiento artístico llamado Modernismo o Art Nouveau, aunque éste es el nombre de su expresión francesa y parisina.

Nace de la necesidad de unir conceptual y materialmente estética y progreso tecnológico. Lo que se entendía entonces por estética, vale aclarar. Y de plasmar el movimiento como acción, en una época en que trenes, subterráneos y maquinarias eran novedad.

Se constituye así un fenómeno cultural que resulta el único atisbo de originalidad y creatividad que tuvo el siglo XIX; allí cuando parece decirse Basta de Historicismo y se da lugar a algo novedoso, tanto desde lo meramente decorativo como desde lo matérico y, en algunos casos también, lo estructural, lo espacial.

Estilo artístico pero aplicable a objetos de uso corriente (muebles, vajilla, adornos) y por eso mismo profundamente imbricado con el desarrollo tecnológico y económico que vivía Europa occidental por aquellos tiempos de acelerada industrialización y confecciones seriadas; toda la movida del Modernismo contiene necesidades, pulsiones y marcos conceptuales de aquel contexto histórico. También representa el conjuro contra la maquinarización y simplificación de lo estético, que aquella gente veía cernirse sobre sus cabezas; por lo cual aparece en escena intentando enmascarar con un aspecto bello y grandilocuente lo funcional y utilitario.

Poniéndonos localistas, pensamos en el Buenos Aires coetáneo al “Arte Nuevo”. Y se dan los mismos fenómenos aunque, claro, desde otro lugar. Por lo cual aquí se manifiesta pero sólo como copia y repetición, no como escuela. Por lo demás, encaja perfectamente en el molde estético y de necesidades. Pero encuentra su mayor diferencia justamente en una de las principales características de éste movimiento: las variantes regionales según se manifieste en Barcelona, París, Glasgow, Viena, Milán.

En el caso argentino y porteño, la casi totalidad de estas variantes regionales pueden encontrarse en la misma ciudad, a metros de distancia…

Del Art Nouveau parisino de Guimard, pasando por el Modernisme Catalá de Gaudí o Puig i Cadafalch, hasta el Jugendstil alemán, la Sessezion vienesa o el Floreale italiano, todas las variantes del Arte Nuevo están plasmadas en numerosos edificios de muchos barrios de Buenos Aires.

Hecho cargado de lógica si pensamos en los seis millones y medio de inmigrantes de todas partes de Europa y Oriente Próximo que llegaron al país entre 1860 y 1930, y por ende en las numerosas colectividades que buscaban nuclearse en esta terra incognita, creando sociedades de fomento, clubes sociales y barrios tipo ghetto. Y también, y aún más marcadamente, si pensamos en la coyuntura histórica nacional de entonces: la toma de una postura cultural europeizante sumada al ya global fenómeno de una burguesía que crece, se diversifica, busca marcar las diferencias y, principalmente, consume novedades en pos de prestigio.

Así que Buenos Aires no escapa a la regla de esa época. Su manifestación Modernista está caracterizada, pero, por esta singular anarquía de mezclar expresiones provenientes del Danubio, de Escocia o de Cataluña en una misma cuadra.

Algunas impresiones estéticas: tres ejemplos locales

Como salido de la fusión entre una casa florentina del Quattrocento y la corporización de una ópera de Wagner, se levanta en pleno centro de la ciudad el edificio de la Societá Unione Operai Italiani. O más que levantarse, resiste. Deslucido y mal intervenido por fuera y directamente derruído por dentro, espera con resignación y calma zen un destino incierto: la picota; más depredación solapada o la inevitable caída por su propio peso, fruto de la desidia general, particular y local. (1)

Obra del arquitecto Virginio Colombo, milanés radicado en Argentina, fue reformulado estructural y ornamentalmente sobre un edificio preexistente de fines de siglo XIX. Reinaugurado en 1913, fue costeado por la vasta colectividad italiana en el Buenos Aires de entonces, como centro de ayuda y servicios para los obreros italianos emigrados y afincados entonces en la capital porteña. Hasta funcionó allí una escuela para enseñar el idioma local a los recién llegados.

Ubicado en Sarmiento 1374, al acercarnos a él nos encontramos con un imponente prisma rectangular de tres pisos, de los cuales el primero y el segundo presentan sendas loggias (2) pero distintas entre sí: la del primer piso tiene arquitrabe recto, la del segundo tiene arquería de medio punto. Medallones, dentículos, capiteles corintios y la ornamentación en los vanos de algunas ventanas son directas llamadas al renacimiento florentino y veneciano, mientras que la herrería y la carpintería son de inconfundible corte Modernista. Clara expresión del Floreale italiano, mezcla volumen, simetría y elementos constructivos clásicos con la herrería y la ornamentación sinuosas y “chorreadas” típicas de éste estilo.

Las ménsulas que sostienen la loggia del primer piso tienen remates geometrizados y terminan en unas pilastras adosadas rectilíneas asociadas estéticamente al Sessezion. En el segundo piso, cuatro figuras de jóvenes semidesnudas flanquean las dos ventanas de los extremos; en las correspondientes ventanas pero de la primera planta, las jovencitas son reemplazadas por dos manojos de motivos vegetales de línea curva, respondiendo a la arquetípica imagen del “latigazo” asociada al Modernismo. La parte superior de estas ventanas aparece custodiada por un grupo de putti (angelitos/bebés/cupidos) que se repiten en la balconada del primer piso. Estilizaciones de hoja de acanto, rostros de mujer en algunas de las ménsulas y medallones geométricos y abstractos son otros de los motivos ornamentales que hacen de éste edificio un apabullante ejemplo de la estética novecentista.

Pero no todo fueron curvas, putti y gacelas de cabellera flotante en el Modernismo. Para 1911 se inaugura en pleno centro porteño, calle Chacabuco número 78, un edificio de oficinas y locales que si bien responde a los parámetros de este estilo, lo hace en una versión sobria y elegante, e incorporando además –y esto no es nada frecuente en las expresiones modernistas en Buenos Aires- innovaciones constructivas y estructurales. Un novedoso aprovechamiento de la luz natural a través de vacíos espaciales perfectamente relacionados con los volúmenes, y la utilización de hormigón armado como también de ladrillos de vidrio traslúcido (en el lucernario y en los pisos de las galerías interiores) le dan el carácter perfecto de obra modernista desde su concepción hasta su materialidad. En cuanto a la decoración de la fachada, sobria y net pero decididamente expresiva, tiene algunos elementos del Modernisme Catalá pero más que nada abreva en el Sessezion. La herrería estilizada de puerta y balcones, así como el geometrismo de ménsulas y líneas decorativas verticales son ejemplo de ello. Ubicado en una calle estrecha, con la limitación de las pequeñísimas aceras que son lo único que atesora Buenos Aires de su depredada arquitectura colonial, cuesta verlo. Pero una vez que uno lo encuentra, es imposible no detenerse en su elegantísimo exotismo, en su convincente verticalidad, en la abstracta fantasía de sus hierros forjados.

Desde que fue proyectado cien años atrás hasta hoy, funciona como edificio de oficinas, además de tener dos locales en la planta baja. La continuidad de su vida utilitaria parece ser una de las causas de su buen estado físico. Sin embargo, un par de años atrás, tal vez con buenas intenciones, pero también con desconocimiento técnico y de criterios de restauro, se lo pintó feamente como si se tratara de un dúplex a estrenar…

Es obra del arquitecto Julián García Núñez, argentino pero formado en Barcelona y hasta se dice que alumno de Lluís Domènech i Montaner, uno de los capos del Modernisme Catalá. Graduado en 1900, pasó los tres siguientes años viajando por Europa y África, nutriéndose, evidentemente, de estéticas diversas que aplicó luego a su trabajo.

Nuestro recorrido termina en la esquina de Avenida Belgrano y Perú. Edificio “Otto Wulff”, proyectado y construido bajo la dirección del arquitecto danés Morten Rönnow, comenzado en 1912 e inaugurado en 1914. Aquí, para concentrarse en la oscura belleza de este edificio, conviene olvidar otra tragedia patrimonial porteña: en ese solar se levantaba un estupendo caserón colonial de 1780 en el que habían vivido el Virrey Del Pino y luego su viuda. El mismo Rönnow -consciente de la terrible pérdida, parece- relevó en dibujos planta, vistas y detalles antes de que pasara la picota. A este profesional danés le debemos conservar un mínimo fragmento de nuestro pasado hispano… aunque sea en papel.

Pero una vez trascendido el fantasma de la depredación corta de miras, cualquiera se maravilla ante la imponente mole (negra de suciedad, eso sí) del edificio pensado como sede de la delegación diplomática del Imperio Austrohúngaro. Con llamadas neogóticas y cierto aire de castillito tirolés, rompen esta atmósfera de cuento las representaciones de animales (resaltan las soberbias águilas imperiales que se asoman como gárgolas) y los ocho atlantes que “aguantan” la mole edilicia desde el segundo piso y que representan oficios como el de albañil, carpintero, herrero, etc. Se dice que uno de ellos hasta tiene la cara del mismísimo Rönnow…

Lo que sorprende de éstas magníficas figuras masculinas es la sobriedad formal y cierta geometría plana que parece prefigurar el Art Decó. Tanto éste detalle como otros de la decoración de la fachada, son en realidad influencia Jugendstil, y traen una remembranza de ciertas construcciones de Joseph María Olbrich en la ciudad de Darmstadt, Alemania. La irregularidad de las formas compositivas entre una planta y otra, los balconcitos tallados y las dos magníficas cúpulas rematadas en torres que terminan, a su vez, en representaciones del Sol y la Luna, son otros valiosos detalles que exhibe este oscuro gigante porteño, que no está en las condiciones estéticas que debería estar dada su importancia y belleza.

Para terminar con el recorrido y la perorata, pido un deseo: y es que la misma ignorante indiferencia que demolió hace cien años una construcción colonial llena de carga histórica en esa misma esquina, no deje hoy caer en la miseria y el abandono joyas como el edificio Otto Wulff o el Unione Operai de Virginio Colombo.

Los productos culturales que son estos edificios nos dicen cómo y quiénes somos. Lo que se haga con ellos también.

(1)El edificio Societá Unione Operai Italiani está en peligro de derrumbe y continua depredación. Aquí va un link a un blog de una grupo de personas que trabajan para rescatar este edificio:

http://societa-unione-operai-italiani-bsas.blogspot.com/

También hay en Facebook un grupo llamado Hay que salvar a Unión de Obreros Italiano, Unione Operai Italiani

(2)Loggia (italiano) o Logia: Galería techada, abierta y sostenida por columnas, generalmente dispuesta en la planta baja de un edificio


Edificio de oficinas y locales, calle Chacabuco 78. Obra de Julián García Nuñez, 1911. Fachada

Edificio Otto Wulff, Morten Ronow, 1914. Atlantes del segundo piso


Fotos por MARIANO SOTO

lunes, 20 de diciembre de 2010

Mi texto del #5 de SAUNA Revista de arte: "Insospechada belleza del vórtice y la fibra óptica", sobre el Museo Participativo de Ciencias


Experimentos con colores

El Museo Participativo de Ciencias “Prohibido no tocar”, está ubicado en el Centro Cultural Recoleta, aunque no presenta con éste ninguna dependencia administrativa, sólo el alquiler del local. Ocupa un primer y segundo piso con amplios espacios rediseñados para optimizar la separación del guión en once módulos temáticos: percepción visual, alta tecnología, fuerzas de la Naturaleza y arte, son algunas de las temáticas abordadas. Es un museo didáctico y conceptual; no tiene una “colección” en el sentido entendido tradicionalmente; no veremos en él la Historia de las Ciencias a través de alambicados aparatos de siglos anteriores. Y esto resulta refrescante y bienvenido ya que, como bien dice la bastante joven Ciencia de los Museos, éstos pueden partir no sólo de una valiosa o curiosa colección, sino también de un concepto, o de una intención pedagógica, reflexiva, de recreación histórica, cultural, étnica, etc. Las antípodas del “gabinete de curiosidades”… y eso se agradece y se festeja.

El Museo Participativo de Ciencias dice lo que tiene para decir a través de simples e ingeniosos objetos utilitarios que reproducen fácticamente fenómenos naturales o tecnológicos que son explicados luego a través de breves carteles informativos. Estos objetos a veces tienen un aspecto, es cierto, un poco primario o hasta tosco en su confección; o con cierto aire pueril, debido también a que el museo recibe un público más que nada infantil y preadolescente. Pero esto no le quita casi nada de su valor intrínseco: lo que importa aquí es lo que se vivencia y se asimila y, encima, muchas de esas experiencias cognitivas tienen un valor estético enorme: ¿qué más hermoso que ver el agua en movimiento, rayos de luz coloreada o sentir experiencias sonoras hasta entonces ignotas?

Trasponiendo el acceso y la boletería, a la derecha ya podemos comenzar con el recorrido. Esta primera sala está dedicada a la percepción visual. A través de simples módulos-instalaciones en diversos materiales, podremos vivenciar desde el disco coloreado giratorio de Newton (el blanco es la suma de todos los colores) hasta diversos ejemplo de la Teoría de la Gestalt. Ayudados por leyendas explicativas o accesorios según la necesidad, su riqueza consiste en permitirnos comprobar empíricamente los fenómenos sobre los que estamos leyendo. Una necesaria interrelación entre teoría y práctica que promueve el conocimiento del entorno y a la vez estimula sensorialmente.

Pasando el sector de los fenómenos mecánicos está una de las salas más interesantes, y de las más ricas también, en cuanto a la relación con el presente inmediato: las distintas tecnologías y sus aplicaciones. En éste espacio –la oscuridad casi total salvada por la luz de los monitores le da el toque “contemporáneo” justo-, se explica y se puede experimentar en máquinas individuales, ese mundo “desconocido” con el que convivimos: internet, GPS, realidad virtual, digitalización de imágenes.

Hay, por ejemplo, todo un sector dedicado a los diferentes radares. Sentándonos ante algunas de las pantallas podremos identificar los distintos tipos de climas en cualquier lugar del mundo; ver lo que detecta el radar que muestra el entorno del museo; precisar la velocidad a la que pasa un coche siguiéndolo con el cursor del mouse o interactuar con un GPS eligiendo –o no- el camino correcto de un punto a otro. Una experiencia lúdica que nos saca hacia afuera el “niño interior”....

Una observación es que algunos de los textos que aparecen en las pantallas presentan algunos errores de redacción y sintaxis, pero esto es apenas un detalle.

Al lado, nos encontramos con un botón rojo que invita a ser pulsado y un disco listo para hacerlo girar. Accionando ambos mecanismos, obtenemos una prueba sonora del efecto Doppler: el sonido se acerca y se aleja con las ondas emitidas por el girar del disco.

Enfrente, encontramos varias PC dedicadas a ilustrar el campo de la cibernética e internet. Lo más interesante resulta un simple pero divertido menú interactivo en el que podemos crear un personaje de realidad virtual con varias opciones predeterminadas para dotarlo de rostro, entorno y situaciones. Incluso nos permite tipear cualquier frase que querramos que este personaje diga y lo hará. Tal vez se hubiera podido crear un menú con algunas opciones más vistosas y complejas, pero así la función didáctica igualmente se ve cubierta.

En éste punto, recuerdo una muestra que se exhibe actualmente en el CCEBA (*) sede San Telmo: Medialab. Proyectos 2008-2010. Allí exhiben distintos artistas que trabajaron durante los dos últimos años en el desarrollo de obra artística interactiva y realizada a través de recursos de alta tecnología. Son obras que responden a estímulos del espectador (ya sea por tacto, emisión de sonidos, manipulación directa o indirecta), el cual, entonces, deja ya de ser pasivo observador para formar parte y completar o, incluso, darle sentido a la obra. Particularmente me parece una de las más interesantes vías por las que puede transitar hoy el arte contemporáneo para dar con nuevos desafíos que, por un lado, reflejan lo que constituye gran parte de nuestra vida cotidiana como es la tecnología, pero, por otro, dan la oportunidad de explorar jugosos cruces interdisciplinarios y lograr una actualización de lo considerado “estético” u “objeto artístico”; yendo por caminos ligados a la interconexión de todo y todos proveniente, por ejemplo, de la física cuántica.

En la segunda planta hay varios espacios que abordan distintas temáticas, pero vamos a concentrarnos sólo en tres de ellos. Ni bien acceder nos encontramos a nuestra izquierda con el primer módulo expositivo, dedicado a las artes plásticas. A través de textos breves y claros conceptualmente encontramos desde una definición profunda y aggiornada de lo que el arte es, hasta otra sobre el concepto filosófico de Estética o tópicos concretos como el de perspectiva, color, materiales, etc.

La Historia del Arte Occidental contada a través de la línea de tiempo, resulta un recurso más previsible pero no menos efectivo y didáctico, asociando períodos con imágenes determinadas. Los contenidos teóricos (brevísimos y claros) sobre los ismos del siglo XX y la actualidad en el arte están bien dirigidos y denotan un criterio de gnosis sobre el tema.

Luego, un acertadísimo juego ayuda a asociar períodos históricos con imágenes artísticas producidas en ellos, mezclando o religando reproducciones de obras de arte en cada una de las caras de cuatro discos giratorios. Hasta el título del juego es oportuno: “Juguemos con arte”. Algunos otros ejercicios prácticos relacionados con la idea de perspectiva y los rompecabezas con obras emblemáticas se llevan las palmas, especialmente el puzzle para armar la icónica versión de la Marilyn de Warhol.

En el módulo llamado Fuerzas de la Naturaleza, podemos deslumbrarnos viendo como, en un enorme estanque de vidrio (decorado por debajo con una reproducción de la maravillosa estampa “Tsunami” de Hokusai), pulsando un botón, generamos, a través de un sistema mecánico, un movimiento análogo al de las olas. Si a esto le sumamos que al lado hay un tanque en el que podemos crear nosotros mismos, a través de un manubrio, un vórtice de agua que nos deja mirando como hipnotizados el largo y perfecto remolino… bueno, llegamos a la conclusión de que el agua tiene un inmenso poder sobre los humanos. Estético y espiritual.

El último tramo de la visita también guardaba sorpresas y revelaciones. Dos sectores dedicados a descular el fenómeno de la luz, el sentido de la vista y algunos instrumentos ópticos, dan el tono más lúdico y experimental a la vez. Juegos de variados tipos de espejos, en los que la certeza de lo que es “real” y lo que es sólo “ilusión” se confunden, no sólo aportan, me parece, conocimiento sobre la mecánica del ojo humano sino también –y esto lo mejor- una buena vía para lograr una visión más holística de lo Creado, en la que ilusión y realidad pueden mezclarse, complementarse e interactuar. Espejos cóncavos y convexos que nos devuelven imágenes que parecen ser y no son y un caleidoscopio tamaño natural ponen la nota. También resultan cautivantes las sombras de colores, en las que uno puede producir, según donde se posicione, su propia sombra teñida de un color, de otro o de los tres colores juntos. Toda esta parte, en donde también predomina la oscuridad para realzar lo que se está viendo, me parece en sí misma atractiva en un sentido estético. Los láser coloreados, la multiplicidad de espejos creando imágenes virtuales y las “mesas de colores” donde figuras y filtros plásticos se conjugan para demostrar fenómenos ópticos, resultan objetos atractivos en sí, más allá de su interesante función pedagógica; ya que recuerdan en algo –como todo el museo en general- a las Ferias de Atracciones que vemos desde siempre en las películas…

Una observación con respecto a la cartelería explicativa es la de que a veces no resulta fácil comprender que acción se nos está pidiendo que realicemos para participar del experimento; pero esto es comprensible también por el hecho de que una explicación demasiado extensa resultaría agobiante, y además existen las visitas guiadas para, sobre todo en el caso de las escuelas, fortalecer la parte empírica con la mediación de un guía. Y una crítica que encuentro para este museo que goza de tantos aciertos, es que entre veinte y quince minutos antes de la hora de cierre el personal empieza a desplegar una suerte de molesta persecución solapada por las salas recordándonos (tácitamente) que nos queda poco tiempo dentro. Si los coordinadores de la institución fueran conscientes del malestar y presión que esto provoca en el visitante no permitirían que esto ocurriera, máxime tratándose de un museo que cobra entrada. Un pequeño defecto que, pulido, haría todavía más grata la visita, ya de por sí tan interesante.

Faltan unos minutos para el cierre mientras gano la salida seguido de cerca por los mastines del lugar…

Y aparece una conclusión: el paradigma de separar las ramas del Conocimiento Científico y de las Artes en compartimientos estancos pasó ya su etapa histórica de fecundidad y se volvió estéril. Las diferencias rígidas entre lo “bello” y lo “informativo” se flexibilizan y empiezan a licuarse, a fundirse, contaminándose una a la otra. Como un preparado en un tubo de ensayo. O la pintura en un lienzo.

Cámara Lúcida (derivado del proyecto Maquetas y Miniaturas) Instalación interactiva de Chrstian Parsons. Muestra Medialab Proyectos 2008-2010, CCBA


(*) CCEBA: Centro Cultural de España en Buenos Aires

El Museo Participativo de Ciencias funciona dentro del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, CABA, y su horario de verano es de lunes a domingos de 15:30 a 19:30hs.

La muestra Medialab Proyectos 2008-2010, puede visitarse en el CCEBA, sede San Telmo, Balcarce 1150, hasta el 18 de diciembre.



viernes, 26 de noviembre de 2010

Mi última reseña para Ramona Web: "Sueños, budas y video", sobre las "Siestas paraguayas con sueños chinos" de Dany Barreto en Thisisnotagallery


Un laberinto es un espacio pensado para despistar, para perderse en él, para confundir al que lo transita. Pero no siempre implica premio el trascenderlo triunfalmente. En el caso del laberinto con el que nos reciben las “Siestas paraguayas…” de Dany Barreto, sí lo hay. Porque al final del laberinto nos recibe un oasis. Un claro en la selva, generoso e idílico.
Con candor infantil y la frescura de los verdes que predominan en su muestra, Barreto crea una instalación que juega a mezclar Naturaleza, culturación y espiritualidad, y nos invita a que disfrutemos de su Wonderland de plástico, el cual nos deslumbra con su aire de novela de aventuras.
En el oasis, nos reciben varios objetos que, aparentemente disociados, se conectan entre sí por varios lazos: materialidad, juegos de percepción óptica y un profundo sentido de unión entre lo espiritual, lo natural y lo artificioso, ya que, con agudeza y algo de ironía, Barreto se encarga de representar un mundo que ofrece valores y dones perdurables (Buda, agua, vegetación, luz) pero tan perdurables –y acá un juego de conceptos que se cruzan- como el material mismo del que están hechos estos objetos-dones: plástico pet, vinilo holográfico, nylon. La utilización de éstos materiales puede revestir varias lecturas, que van desde la más obvia de un metadiscurso ecologista, hasta ésta de la “perdurabilidad” en el tiempo (el plástico nos sobrevivirá, lo sabemos todos) o, también, y a mi caprichoso criterio la que creo más cercana a la cosmovisión barretiana, que es la del plástico utilizado como elemento lúdico, de identificación con lo pop y –quizás principalmente- como juguetón “homenaje”. Homenaje al plástico como recurso material barato y accesible en la creación de muchas manifestaciones de arte y cultura populares bien apreciados por la sensibilidad de este artista: altares improvisados (públicos o privados), imaginería devocional e incluso, como material constructivo en ciertas viviendas de bajos recursos. Lo “lúdico” mencionado antes, refiere justamente a que Barreto juega con y reivindica a la vez –quizás de modo tangencial- la bien festejada imaginación popular, que echa mano de “lo que tiene” para generar recursos de supervivencia, pero también para materializar su devoción y comunicación con lo Trascendente, con lo Sagrado.
Este mundo ideal creado por Barreto en su oasis, con una cascada, flores, plantas y un Buda tropical formado por mil loros de colores, este mundo colorido y plástico resulta de algún modo una llamada a una estética “tercermundista”; a lo latinoamericano, a lo asiático. Incluso al tema de la inmigración. Un paseo por cualquiera de los barrios porteños o del conurbano bonaerense que tengan una cuantiosa colectividad de inmigrantes cohesionada cultural y estéticamente, resulta una posible pista para esta interpretación.
Por último, está el tema propuesto por Barreto de jugar con el concepto de “tesoro” escondido… concepto por un lado bien identificable con nuestra infancia –quién no hizo algún pozo en su jardín o en el ajeno tomado por la fantasía de encontrar maravillas y pasadizos a otros mundos- pero, a la vez también, con una más que centenaria leyenda de origen paraguayo sobre los tesoros familiares enterrados en los jardines de ciertas propiedades, para ponerlos a resguardo del saqueo, durante la Guerra de la Triple Alianza. Bueno, existe entonces esa leyenda sobre esos tesoros escondidos hacia 1860… y la pulsión por, muchas décadas después, encontrarlos…
De padre paraguayo, Barreto habrá escuchado estos relatos y habrá compartido el sueño fantástico de dar con esas riquezas perdidas. Seguro desde chico. Y encontró, como artista y creador, la manera de tributar y rescatar del olvido esas queribles tradiciones familiares. Porque la instalación de Barreto nos obliga a buscar, a transitar por el laberinto, a angustiarnos pero para después reconfortarnos, obsequiarnos el oasis, la meditación, el baño fresco que limpia cuerpo y alma. Y también la posibilidad de encontrar el tesoro, de hacernos ricos y, a la vez, y por lo mismo, perpetuadores de la tradición, rescatadores del valor de lo local, de la tierra, de lo autóctono.
Dejando el oasis y volviendo al laberinto rumbo a la salida, proyectado sobre el piso aparece un video hablado en guaraní, que recrea metafóricamente esa búsqueda del tesoro. Además de una excavación simulada, vemos también espectaculares imágenes de flores y plantas. Barreto parece querer decirnos, también, que el mejor tesoro es la Naturaleza. Y su gran fuente de inspiración.

"Siestas paraguayas con sueños chinos" está certeramente curada por María Carolina Baulo, y puede visitarse en Thisisnotagallery, Cabrera 5849, los días jueves de 20 22 hs, hasta el 2/12







Fotos por MARIANO SOTO

sábado, 20 de noviembre de 2010

EXIT/SALIDA- 3ra Edicion

Ayer inauguró la 3a edición de EXIT/SALIDA, en el espacio Barraca Vorticista, Estados Unidos 1614, con curaduría de Victoria Piazza. Artistas que participaron: Guido Ignatti, Gabriela Pino, Leonello Zambón y Ezequiel Verona. Acá van algunas fotos, aclaro que en algunos casos las instalaciones no están fotografiadas completas, sino que faltan algunas piezas. Felicitaciones para todo el equipo... good job!


Obra de Guido Ignatti








Obra de Gabriela Pino







Obra de Leonello Zambón






Obra de Ezequiel Verona





Fotos por MARIANO SOTO


jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi texto del #4 de SAUNA revista de arte: "Las alas del museo. Arte y Naturaleza de alto vuelo"

El edificio

Proyectado en 1923 e iniciadas las obras en 1925, el edificio que alberga la colección del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia fue inaugurado parcialmente en 1929 y, definitivamente, en 1937. Uno de los valores agregados más contundentes que posee es que fue concebido como espacio museal, cosa que prácticamente no ha ocurrido (ni ocurre) en nuestra historia. Es por eso que podemos darnos el gusto de encontrar aquí la amplitud espacial, la altura de los techos y la “limpieza” de los espacios expositivos adecuados para poder organizar un buen discurso museográfico. La circulación y la señalización también están optimizadas por esta condición del edificio.

Como plus artístico, muchos motivos ornamentales del interior y de la fachada son relieves escultóricos con iconografía de flora y fauna local, algunos realizados por artistas reconocidos de aquel entonces, como Alfredo Bigatti y Donato Proietto. En el interior, sobre todo en los halls de entrada o de distribución, también encontramos detalles súper llamativos: por ejemplo, la herrería de las puertas que, en estilo Art Decó, recrea dos arañas en medio de su tela; ménsulas que representan murciélagos, caracoles de tierra en la balaustrada de hierro forjado de la escalera y las dos esculturas de lechuzas que flanquean lo alto de la puerta de acceso en la fachada.

El edificio es de estilo Ecléctico, con llamadas al Renacimiento Italiano pero también al Tudor y al Academicismo Francés en la disposición espacial interna; incluye, asimismo, algunos detalles ornamentales Art Decó, ya mencionados.

Todo un símbolo de, por un lado, el cóctel cultural típico de la Argentina de primeras décadas del siglo XX, como, por otro, del entusiasmo y la fe depositada en las ciencias que reinaba por aquellos años.

El arte imita a la Naturaleza

Comenzando el recorrido por un acuario nada estimulante, se llega luego al sector de los moluscos, donde algunos colores y formas interesantes salvan el bache de un montaje algo perimido.

En la sala siguiente, las enormes osamentas de los dinosaurios legendarios, poco captan la atención, a no ser por la escala. El tratamiento de las piezas, barnizadas de un color amarillento (y algo sucias de polvo) y el hecho de estar rodeadas de anacrónicos dioramas pintados a mano (sin mucho arte, además), hace que esta muestra resulte poco atractiva. Se trata de una sala orientada más que nada al público infantil, incluso cuenta con un arenero para que los chicos jueguen entre los colosales esqueletos… (¿?)

Pero en esta misma sala podemos encontrar cosas interesantes. Fragmentos de plantas fósiles incrustadas en rocas (o madera petrificada, lo desconozco), seducen con algo de estampa japonesa y algo de las superficies arenosas de ciertas obras de Tápies. Estos restos de Prehistoria tienen una buena cuota de belleza plástica y misterio, y reivindican, además, una sala cuya ambientación pintarrajeada recuerda a un parque de diversiones de los años 70.

Sala siguiente. Pequeña, casi totalmente a oscuras, después de la abundante luz natural del sector dinosaurios. Aquí podemos encontrar una colección variadísima de estrellas de mar, crustáceos, lapas, corales y los llamados Briozoos o “animales musgo” que brilla con luz propia… bueno, y también con luz ajena. Estas piezas se encuentran embutidas dentro de prismas de acrílico coloreado translúcido, que van luego montados en paneles expositivos verticales con backlights, o sea, con luces que los iluminan desde atrás, tal como en ciertos carteles publicitarios de la calle. El efecto es de alto impacto visual, aunque creo adivinar que este montaje no es actual. Algo en las materialidades lo dice, aunque podría estar equivocado. No obstante, el efecto disco que trasmiten las formas coloreadas e iluminadas como el dance floor de “Fiebre de sábado por la noche” resulta espectacular a nivel visual y también a nivel pedagógico: no habrá chico que no recuerde durante años estas formas de vida marinas presentadas de modo tan estimulante y tan pop

En la misma línea de acierto museográfico y estético se encuentra la muestra (inaugurada parcialmente) llamada “Buenos Aires, un millón de años atrás”. Aquí, con un fondo predominante en naranja intenso e iluminación general tenue, pero puntual sobre las piezas, nos encontramos con variedad de restos fósiles de gliptodontes y megaterios, pero con la particularidad de haber sido descubiertos en nuestra ciudad durante excavaciones para, por ejemplo, la apertura de las líneas de subte o la construcción de edificios emblemáticos como el del Mercado de Abasto o el Kavanagh. Lo expuesto va desde material iconográfico de los hallazgos in situ, hasta recreaciones plásticas de un sitio arqueológico. Punto álgido de la exhibición: las increíbles texturas, repletas de poros, abultamientos y cuadriculados, de la caparazón y tubo caudal de estos antiguos mamíferos. Las asociaciones estéticas que me vienen a la mente van desde el mosaico bizantino hasta muchos detalles ornamentales de la obra de Gaudí. Es más, el cuadriculado del caparazón del gliptodonte pampeano me retrotrajo a las baldosas del Paseo de Gracia, en Barcelona, diseñadas especialmente por el genial catalán.

Vicio historicista, que le dicen…

Las alas del museo

Pero la mayor de las sorpresas estaba por llegar. Y de la mano (o del ala, mejor) de la colección taxidérmica de pájaros americanos y argentinos. Personalmente nunca fui adepto a los animales embalsamados, ni siquiera en un museo. Me dan entre oscuro laboratorio decimonónico y desprejuiciado kitsch de doña Rosa recordando a su mascota preferida. Aunque, convengamos, Damien Hirst vino a romper con todo esto… obstáculos, detracciones y polémicas mediante.

Lo cierto es que si bien nunca me atrajeron las colecciones de taxidermia, ésta de las aves americanas del Museo de Ciencias Naturales es, cómo decirlo… ¿pictórica?

En amplias vitrinas empotradas de formas planas o curvas que acompañan el formato de los muros, sobre fondos de colores pregnantes pero sin robarle protagonismo a las piezas, las más variadas especies de aves de nuestro continente nos cautivan con sus formas y plumajes de colores poderosos.

Al lado de cada una, una brevísima ficha técnica nos ofrece los datos necesarios sobre lo que estamos viendo sin caer nunca en la sobredosis de información. Asimismo, algunas breves leyendas nos regalan datos tan valiosos como, por ejemplo, el porqué de los colores de las aves y los distintos tipos de coloración y su fuente fisiológica. Bravo.

Más adelante, nos recibe un pavo real con todo el esplendor de su cola desplegada. Un cartel anuncia: Vitrina en preparación. Ni falta que hace agregar nada. La espectacularidad del plumaje de estas aves, con toda la carga cultural que tienen como sinónimo de fatuo narcisismo, no requiere de nada más. Viendo los innumerables ojos de su cola de indiscutida vedette, no puede evitarse pensar en el Art Nouveau, en cuantas veces se inspiró en ellos, partiendo desde algunos detalles de los trabajos de los Mackintosh, adalides de la Sezessionsstil (1), pasando por Otto Wagner (2) y llegando hasta Virgilio Colombo, arquitecto italiano residente en Argentina, hacedor del edificio llamado “de los pavos reales”, sobre avenida Rivadavia al 3200, en el porteño barrio de Balvanera.

Un sector de otra vitrina tiene el fondo pintado de rosa pastel. De la pared salen un par de ramas auténticas sobre las que encontramos posados cantidad de pájaros pequeños tales como churrinches, zorzales, cardenales, gorriones y otros. Es tal el efecto visual del montaje que parece un cuadro. Recordé, de pronto, algunos pintores flamencos del siglo XVII como Frans Snyders o Melchior d´Hondecoeter, y sus pinturas naturalistas de aves y de animales. Tan impregnado de arte encuentro toda esta muestra que siento una especie de orgullo de familia: los museos pueden informar, educar y estimular los sentidos al mismo tiempo, valiéndose de toda la tecnología que caracteriza este momento histórico. Pero para hacerlo es necesario tener un discurso definido y una política cultural tomada.

En la sala contigua, también en penumbras, más vitrinas con aves. Esta vez específicas de algunas regiones del país: la sabana chaqueña, lagunas pampeanas, costas patagónicas y la mismísima ciudad de Buenos Aires. Como fondo, impresionantes gigantografías de los paisajes citados, en altísima definición y montadas sobre backlights, los que nos da la alucinante sensación de “estar ahí”. Bravo otra vez. Buen lenguaje expositivo, claro criterio visual que, además de impactar, ayuda a contextualizar. Recuerdo, entonces, que hoy por hoy este museo depende exclusivamente del CONICET (3), y, si bien hay notas y trascendidos que le achacan ciertas irregularidades y desidias en cuanto a las medidas de seguridad entre otras cosas, es oportuno destacar cómo se hace evidente aquí un trabajo serio y esforzado, justamente en despojar al museo de esa “seriedad” aburrida que es su principal karma; también en actualizar su estética y su lenguaje museográfico para atraer público en lugar de eyectarlo.

Volviendo sobre mis pasos, y viendo otra vez las aves embalsamadas, vuelve a mi mente la obra de Damien Hirst relacionada justamente a las piezas de taxidermia, esa vertiente de su trabajo que confronta la Vida con la Muerte. Recordé también una nota sobre su obra en una revista de arte mexicana. En ella, la columnista contaba que a una fotógrafa conocida, la obra de Hirst le parecía mercantilista y morbosa, pero reconocía que, en un momento en que estuvo internada de urgencia en una sala de hospital, no podía dejar de recordar la imagen del tiburón flotando en formol de la obra llamada “La ira de Dios (El terror es belleza)”, unida a la idea de la frágil condición de todo lo que vive… es que así de contradictorio puede ser el arte.

La misma contradicción o paradoja que se me presenta cuando pienso que éste museo plagado de muerte, da innegables síntomas de querer vivir y estar vivo.


(1) Sezessionsstil(alemán): Estilo Secesión. Refiere a un estilo artístico gestado en Austria a fines del siglo XIX, con ciertos puntos de contacto con el Art Nouveau pero de mayor sobriedad y severidad formal.

(2) Otto Wagner(1841-1918). Arquitecto austríaco también perteneciente al movimiento Sezession.

(3) CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Presidencia de la Nación.


El Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” puede visitarse todos los días (excepto algunos feriados) de 14 a 19 hs. La dirección es Av. Ángel Gallardo 470, CABA

Foto por MARIANO SOTO

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Guardada del Señor de los Milagros, comunidad peruana en Buenos Aires

El Señor de los Milagros es reconocido como Patrono del Perú, pero además como patrono de los peruanos inmigrantes. El culto se realiza en el mes de octubre al igual que en la ciudad de Lima. También es conocido como Cristo de Pachacamilla, Cristo de las Maravillas, Cristo Moreno o Señor de los Temblores.
La historia de esta tradición es hermosa... pero voy a contárselas otro día... jajaja
Mis saludos a la comunidad peruano-argentina!


Iglesia de La Piedad, B. Mitre y Paraná. Banderas peruana y argentina

Procesión y guardada del Señor de los Milagros, tradición cristiana pero de cuño 100% peruano


Devotos y hermanos misturados con el clásico hábito morado

Imagen del Señor de los Milagros

Las Sagradas Andas. Se trata de un podio de madera recubierto con láminas de plata tallada, que sirve de base a la imagen

Música y cantos

Ofrendas florales para el Señor de los Milagros

Leyes temporales, espirituales y viales...

Sigue la procesión

Turrón de doña Pepa: antigua receta virreinal

Iglesia de La Piedad engalanada para la ocasión

Devota

Altar en la calle al Señor de los Temblores, patrono del Cuzco

Fotos por MARIANO SOTO