viernes, 29 de julio de 2011

Fiesta y Número Especial de Aniversario de SAUNA Revista de arte

Cumplimos un añito... je. Y te invitamos a nuestra fiesta! Viernes 5 de agosto en ThisIsNotAGallery. Cóctel, peli de Bruce LaBruce, DJ´s y todos los invitados de este año de SAUNA Revista de arte. Los esperamos!



Mi texto del #11 de SAUNA Revista de arte: "Mi nieto en el MALBA". Arte argentino actual en la Colección MALBA

Matías Duville y Catalina León

Cinco de la tarde en el Malba. Primera planta: muestra colectiva sobre artistas argentinos de las últimas dos décadas. Turistas y locales por doquier.
A la derecha, un grupo de unas 8 o 10 personas está enfrascado en lo que es claramente una visita guiada. La aproximación nos va otorgando mayor cantidad de datos: el grupo en cuestión es bastante homogéneo en edad, sexo y sector socio cultural: mujeres de clase media, promedio sesenta y cinco años. Y algún sesentón canoso que juega a los planteos incisivos mirando por sobre sus gafas de armazón fino. La guía: una treintañera que demuestra conocimiento del terreno y buenas intenciones, materalizados ambos en las propuestas liberadoras de lastres culturales que intenta, con poco éxito, desde detrás de sus gafas de grueso armazón. Sus incitaciones al juego y al ver en perspectiva sólo consiguen una firme negación y rechazo en loop.
La guía se mueve, conduciendo al grupo frente a la caja de jugo con moñitos, de Pombo. El Rojas en los 90, el rescate del goce fútil en el arte y la búsqueda de salirse de las cuadrículas esperables poco significan para el grupo guiado.
-Esto podría hacerlo mi nieto en el jardín de infantes, remató una de las señoras.
Las esperanzas de la guía se licuaban bajo la montura plástica de sus gafotas…

Retórico y bizantino resulta a esta altura de la cosa cuestionarse qué es arte y que no… dentro del mundo del arte. Muchos hemos dejado ya de relacionar esta palabrita mágica con lo bello y lo sublime, o con lo torturado y lo trágico. O con estilos y temas grandilocuentes. Pero claro, para la gran cantidad de gente ajena al “mundillo”, esto no es así, aunque tal cosa no los convierte en ignorantes ni en reaccionarios. Es sólo un desajuste educacional, por un lado, y por el otro un hueco en lo que se llama consumo cultural.
La tradición humanista y renacentista siguió goteando largamente hasta pleno siglo XX, superponiéndose aún con Duchamp, con Beuys, con Fontana. Y el hecho de esperar virtuosismo y belleza como valores sine qua non en las producciones artísticas, siguió vigente largo trecho del siglo pasado.
Desplazamiento de ejes, corrimiento de políticas y gratuitidad de temas, abordajes y búsquedas son lo que constituyen hoy el Arte Contemporáneo, y equivalen a lo que fue, en el pasado, el romper la pincelada, exhibir un mingitorio o armar frases con tubos de neón.
Por eso, la muestra Arte Argentino actual en la Colección de Malba, nos ofrece un generoso panorama de lo que el arte local piensa de sí mismo –y de los caminos que elige para demostrarlo- desde hace más de veinte años a esta parte. Y también nos demuestra sin ambages que el arte es un sistema de convenciones, elecciones y procesos de legitimación emanados de una política determinada, instituida –en éste caso- por un mercado, cosa que queda clara en un museo formado por un empresario que se convierte en coleccionista.
La arbitrariedad es un elemento clave en el territorio del arte, pero que se vuelve válida porque su misma irracionalidad es un componente esencial del terreno en que se mueve y opera.
Pero volvamos a la muestra.
Esta es emotiva y entusiasta, pero también movilizadora; y exhibe multiplicidad de lenguajes, por lo cual resulta también representativa del panorama actual, denotando así una clara política institucional. En este aspecto, la muestra es un buen planteo, y un muestreo acertado y necesario.
El peso específico de semejante relato (retrospectivo y tan del presente a la vez), le aporta aplomo y vigor, sin caer en tonos nostálgicos ni en totemizaciones. Hay júbilo, hay orgullo, hay pérdida y ganancia, hay ausencias, expectativas y se otea un horizonte posible. La ilusión de un sistema del arte que funcione, aún con imperfecciones. O que directamenteexista, lo cual es ya altamente promisorio.
No obstante, siempre hay un punto perturbador en estas grandes muestras colectivas, en las que el hilo curatorial es un recorte histórico en el cual conviven tan diversas estéticas, identidades y climas.
No produce la misma compenetración ver un Bianchi que varios. No nos envuelven de la misma manera tres pequeñas piezas de Bairon que el fabuloso despliegue de gigantes pulidos que nos atrapa en una individual.
Pero son así las muestras con este tipo de relato, que enriquecen, justamente, por lo ilustrativas (fea palabrita para el mundo artie pero querida para el mundillo del conocimiento).

Delante de un enorme Duville con sus heridas abiertas y mal curadas, emparejado con un Catalina León de grandes dimensiones, la visita guiada terminaba entre amables sonrisas y agradecimientos. El debate había terminado. Ante la propuesta de la guía de enormes lentes, de que dijeran qué era lo que les gustaría ver allí en lugar de lo que estaban viendo, las señoras no habían entendido el juego y no habían respondido nada, momentos atrás.
Pero seguramente de aquí en adelante lo van a pensar, y van a volver a consumir arte contemporáneo para ver cuánto se diferencia de lo que creen que les gusta.
Y ese sí que es un buen comienzo.


La muestra Arte Argentino actual en la Colección de Malba. Obras 1989-2010, puede visitarse hasta el 29 de agosto en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) en Avenida Figueroa Alcorta 3415, CABA, de jueves a lunes y feriados de 12:00 a 20:00, y los días miércoles hasta las 21:00 hs.

Pablo Siquier y Marcelo Pombo

Gachi Hasper y Daniel Joglar

Fotos por MARIANO SOTO

viernes, 1 de julio de 2011

Mi texto para Proyecto RED en su super número aniversario: "¡Proletarios del Arte, uníos!


¿Qué tienen en común una fábrica de productos utilitarios y el mundo del arte, con su mochila llenita de simbología y creatividad?

Una larga tradición de aspiraciones y preceptos trató siempre de establecer puntos de contacto entre el fenómeno industrial y las manifestaciones artísticas: desde las ingenuas intenciones del Art Nouveau hasta el Arte Pop, pasando por las pinturas de Léger o el Povera, o revisando una larga lista de industriales que oficiaron de mecenas, los intentos de interpenetrar la frialdad de la producción seriada con la supuesta espiritualidad del Arte fueron muchos. Desde distintos intereses, formas y perspectivas, claro, aunque aún así podemos hablar de un romance, una fuerza subterránea que conectó lo uno con lo otro.

Hoy día, el panorama local nos presenta más frutos de éste cruce; por ejemplo, el que hace que sea tan legítimo un arte realizado por asistentes a sueldo en una dinámica casi fabril, como uno conformado por objetos de fabricación masiva que terminan siendo parte material y conceptual de obras netamente enclavadas en lo que es “arte”. La imagen del artista un poco loco y poniendo toda la aplicación artesanal a su obra, puede llegar a ser una imagen anacrónica. O al menos no la única imagen posible de lo que un artista “debe” ser.

¿Era éste el romance ideal con el arte, que la sociedad de producción y consumo tenía planeado hace cien años? Seguro que no. Pero en lo inesperado está el gusto, dicen.

Sin embargo, aquí no termina la cosa. Existen otros ejemplos de este fenómeno de mestizaje, y muchos linkeados directamente con los avatares económicos y con la acelerada dinámica propia de nuestro molde cultural occidental; allí cuando la crisis económica encuentra oportunidad de resignificarse.

Es así que hoy día, algunas fábricas porteñas fuera de funcionamiento, albergan artistas y talleres, curadores y muestras, residencias y obra artística, trocando así su funcionalidad sólo en un aspecto: hoy en ellas se “fabrica” sentido. El fenómeno abarca tanto las artes visuales como la música, el diseño de indumentaria, el diseño gráfico y muchas otras áreas de la creación.

Oxygena, la ex fábrica de tubos de oxígeno de la familia Rozenblum, tiene, en sus cinco plantas y tantísimos metros cuadrados del porteño barrio de Once, mucho que aportar a este ejemplo. Desde hace pocos años, apoyada en la Fundación Rozenblum, alberga talleres de artistas; lleva a cabo Estudio Abierto, evento en el que el espacio se abre al público para que este se asome a las producciones de sentido; es sede de las Residencias Urra, pensadas para promover el intercambio internacional y la reflexión sobre el campo artístico contemporáneo y, por segunda vez consecutiva este año, hospedó el proyecto Street Arte BA, donde un cuantioso grupo de los llamados artistas callejeros, tanto argentinos y latinoamericanos como europeos, fueron convocados para intervenir el edificio, realizar trabajos en vivo y compartir una propuesta basada en lo comunitario.

Para el visitante, representa una experiencia increíble entrar a un evento en este espacio y ver tanta cantidad de obras: desde las decidoras instalaciones del grupo Provisorio Permanente hasta las fotos glittered de Mortarotti, pasando por los estimulantes trabajos de Nicanor Aráoz o el caballo móvil de Lamanna, entre tantos otros. La cosa es subir y subir escaleras para ir encontrándose en cada planta (enormes, por cierto) con trabajos, personas y todo el perfumillo que rodea el mundo del arte. Para la fiesta ofrecida en la semana de ARTEBA 2011, se servían champán y vino blanco, mientras se podía recorrer esa especie de mega instalación per se que representa la ex Oxygena y todo lo que hoy contiene.

Como diría la ya legendaria Marta: Arte, arte, arte…

Un caso análogo lo representa el proyecto llamado La Fábrica, liderado por Juan Tobal. Valiéndose también de una fábrica familiar en desuso, ubicada en pleno San Telmo y dentro de un interesante circuito de galerías de arte contemporáneo, este veinteañero promueve allí las prácticas artísticas de todo tipo: salas de ensayo para músicos y bandas, talleres de diseño de indumentaria con feria de usados incluida, talleres de pintura y de artes visuales. La última experiencia como espacio expositivo –utilizando el antiguo show room de la fábrica- estuvo dada por Bestial, video instalación sonora que nucleaba los trabajos de Federico Lamas, Mónica Heller y Pablo De Caro. La instalación de Lamas, Sandra, narraba una trágica escena final de corte Sci-Fi, desencadenada por una robot nihilista y violenta: la caja de cartón que la había contenido, escombros, desorden, un cadáver semi oculto entre las cajas y una acertada proyección de video sobre el techo, en el cual un agujero nos mostraba el cielo plagado de autos en llamas, bombas y todo un clima amenazador acentuado por una música oscura, digna de Blade Runner.

La Fábrica es un lugar estimulante, y se respiran creatividad y libertad no estudiadas en todos los rincones. Sin saber bien por qué, uno le cree.

Los espacios no expositivos están cargados de información visual: colores, roturas, muñecos reensamblados, zapatos, botellas, ropa, y, de pronto, los azulejos empelucados de Ramiro Oller. El total funcionando como un todo. Como conjunto de obra.

Una especie de gran ready made, representando la esencia vital y colorida del arte y su entorno.

Su permanente expresión hasta en lo casual.

Porque el discurso y la imagen que nos definen, su sentido, también se fabrican.


Fotos por MARIANO SOTO